Così fan tutte (1992)

Diana (la belleza romana Claudia Koll) es una mujer felizmente casada con su esposo Paolo (un mediocre Paolo Lanza) desde hace cinco años y, aunque a simple vista podría parecer un matrimonio feliz, Diana muestra, de forma recurrente, un deseo incontrolable por otros hombres. Paolo aún no está seguro pero, a juzgar por los relatos eróticos que Diana le dispensa a diario en la intimidad de la alcoba, siendo ella siempre la protagonista de distintos encuentros sexuales con desconocidos, Paolo empieza a sospechar que su mujer va más allá de las puras fantasías, y presagia que dichas ilusiones están basadas en hechos reales sobre todo cuando, una noche, le encuentra una marca física en el cuello, que ella es incapaz de justificar, lo que deriva irremediablemente en la separación de la pareja. Triste y desamparada, Diana sucumbe a la tristeza rodeada de un buen puñado de babosos que, aprovechando su vulnerabilidad, la “ampara” con tocamientos y proposiciones. “Così Fan Tutte” es divertida, y ofrece ese refinamiento obsesivo de Tinto Brass rozando, en algunos casos, la pornografía fina. Su tozudez por la voluptuosidad femenina susceptible de ser siempre invadida analmente, así como el uso de penes de goma para simular distintas acciones explícitas (o casi), son una marca de la casa marcada a fuego en los últimos trabajos del cineasta. El personaje de Diana trabaja como dependienta en una tienda de lencería fina, algo demasiado conveniente para llenar la pantalla de sexo y curvas peligrosas. De ahí, la famosa “prueba de la moneda”, según el propio Brass: “Presento a las actrices en mini falda y sin bragas, tiro una moneda al suelo y, dependiendo de lo que me dejen ver en el gesto, percibo su potencial cinematográfico. Créanme, es un método infalible”. El tipo es para darle de comer aparte.