
Ottolumiere
N/A
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mar. 05, 2013
De entre los orgullos no reconocidos oficialmente de México, Mauricio Garcés es una figura preponderante, excepcional y única, toda vez que no generó (afortunadamente) escuela salvo por unos pocos y patéticos intentos de copia. Fue el verdadero playboy del tercer mundo.
Su carrera fílmica comenzó en 1951 con un discreto papel como doctor (rol que repetiría en varias ocasiones antes de figurar como seductor) en La muerte enamorada, de Ernesto Cortázar. Luego de esto continúa escalando poco a poco peldaños en melodramas y algunas cintas de cine fantástico, como El Barón del terror, La llorona y El mundo de los vampiros. Es hasta 1966 que Angélica Ortiz le otorga la confianza para protagonizar Don Juan 67, abriendo con ello la puerta para que el actor desarrollara su potencia como uno de los mejores comediantes del cine mexicano.
Dos años más tarde madura la imagen del Casanova mexicano con Modisto de señoras, donde interpreta a Maurice, un diseñador de moda que sufre una rara especie de sexismo, pues debe fingir que es gay para asegurar la confianza tanto de sus clientes como de la competencia, representada por la terna de Mao, Antoine y Perugino (Carlos Nieto, Hugo Goodman y Enrique Rocha, respectivamente), quienes arman un plan para demostrar que en realidad Maurice no es homosexual, lo cual, de ser comprobado, destruirá su carrera. Caso complicado, pues deberá salir airoso de la trampa sin dejar de seducir a las múltiples y muy bellas mujeres que caen en sus manos.
Hay un encanto especial en esta –como en el resto de sus comedias como galán- pues se siente un halo de franca cahondería en toda la cinta sin caer en un solo momento en la vulgaridad, cosa que el maestro siempre cuidó e incluso lo llevo a dejar de aceptar papeles, pues todo lo que le era presentado iba por el camino fácil en lugar de esa línea fina que junto a su ingenio verbal le distinguió siempre.
En un país donde la figura del galán se perdió tras el declive del cine ranchero y en este siempre se explotó la imagen del macho viril, parco y violento, Garcés se presentó como la renovación del hombre envuelto en un halo seductor cosmopolita no igualado en toda América Latina, prototipo de aquello que la ventolera de los años sesenta y setenta nos mostraba pero no alcanzó a ser realidad en esta parte del continente.
¡Mauricio Garcés vive, la seducción sigue y sigue!