Un perro con las patas ensangrentadas lleva a los vecinos hasta los cuerpos de Nicole Brown Simpson y Ron Goldman. En la escena del crimen, se encuentra el ADN de O. J. Simpson.

O. J. accede a entregarse, pero no aparece por ningún lado. Tras recibir una pista, la policía sigue a un Ford Bronco blanco por la autopista y se desata la locura mediática.

La defensa de O. J. se centra en los testigos de la fiscalía, las pruebas de ADN y el racismo de un detective. Las cámaras de la sala aportan teatralidad al caso.

Las familias Goldman y Brown ven con horror cómo el juicio ignora a las víctimas. Millones de personas esperan el veredicto conteniendo el aliento.