Cuando las antiguas colonias británicas de la costa este se convirtieron en los Estados Unidos de América, sus miras se dirigieron hacia lo que se encontraba al oeste. Un acuerdo de tierras ridículamente bueno con Francia les permitió acceder a una vasta zona salvaje que parecía estar abierta a la conquista. Esa era la frontera.

Cuando Estados Unidos avanza hacia el oeste, se revela la verdadera naturaleza de la tierra. Lo que parecía un interminable terreno estéril es, en realidad, un paisaje habitado por diversos pueblos indígenas.

Texas, propiedad de México, ofrece tierra y libertad a los colonos blancos que buscan una nueva vida. La afluencia de «americanos» va a ser el catalizador de la salvaje guerra mexicano-estadounidense.

El territorio recién adquirido de California demostraría ser de un valor incalculable, ya que el descubrimiento fortuito de oro impulsó la mayor migración de la historia de Estados Unidos.

La carrera del ferrocarril para unir las costas este y oeste dio inicio a un nuevo capítulo del dominio estadounidense y encumbró a un icono: el cowboy.

A la vez que el siglo se acerca a su fin, con las cicatrices de la limpieza étnica de los pueblos nativos, el capítulo del «Salvaje Oeste» en la historia de los Estados Unidos también parece llegar a término.