En la apertura de la serie, Gilligan y el capitan zarpan en una balsa para encontrar ayuda, pero los tiburones destruyen la nave y, sin que el desafortunado dúo lo sepa, llegan a tierra en la misma isla, donde los otros náufragos los confunden con miembros salvajes de una tribu.

Mientras esperan un huracán, los náufragos se alojan en una cabaña comunal. Mala idea. No pasa mucho tiempo antes de que se pongan los nervios de punta unos a otros. Este episodio fue dirigido por Richard Donner.

Cuando los suministros desaparecen, el capitán está seguro de que la isla está embrujada. Especialmente cuando piensa que Gilligan ha sido transformado en un chimpancé.

Tras ser hipnotizado para recordar su entrenamiento en la Marina, el Capitán intenta convertir una radio en un transmisor… con la ayuda de los náufragos, que se hacen pasar por viejos compañeros de la marina.

La posibilidad abandonar la isla renace en los náufragos cuando Gilligan halla un avión antiguo y a su piloto.

¿Presidente Gilligan? Bueno, en la isla, claro. Pero tras las elecciones, el desventurado marinero se encuentra en aguas políticamente turbulentas

A medida que el suministro de frutas y verduras disminuye, los náufragos ven con más interés al pato mascota de Gilligan, quien lo defiende en sueños al estilo western.

Todo está listo para reacondicionar el barco Minnow, gracias al pegamento hecho de savia que Gilligan cree que lo hará navegar de nuevo. O tal vez no.

Los náufragos se debaten entre la salvación y la codicia cuando Gilligan tropieza con una mina de oro, y el capitán recupera la balsa salvavidas del Minnow.

El Capitan desentierra la estatua de un dios nativo, el cual está seguro que atrae la mala suerte. Efectivamente, ocurre un terremoto.