En 1661 Luis XIV decide construir un gigantesco palacio en Versalles, que se convertiría en símbolo de su poder. Esto requiere movilizar una gran cantidad de recursos y hacer frente a problemas de construcción y abastecimiento de materiales y agua para las fuentes en un lugar sin ríos cercanos.

Versalles formaba parte de un proyecto político. Fue un centro de poder y de placer, pero también de ciencia, un lugar de experimentación y un laboratorio científico. El rey quería reinar asociando la ciencia y la tecnología a las obras públicas de su reinado.