
Nochvemo
10
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jun. 04, 2025
Quizás la obra maestra más importante dirigida por el genio Billy Wilder. Y eso es decir mucho, muchísimo. Aunque, ya sin arriesgarme tanto, sin duda es la obra de Agatha Christie mejor versionada para el cine. De eso estoy seguro, y soy testigo. Es un suspense judicial que mantiene al espectador al borde del asiento desde el primer minuto hasta el inesperado desenlace.
Basada, como decía, en la ingeniosa obra de Agatha Christie, Wilder no solo logra capturar la esencia de la intriga de la “Reina del crimen", sino que la eleva a cotas inimaginables por la propia novelista, con su dirección perspicaz y un elenco estelar. La trama se centra en el astuto y cascarrabias abogado Sir Wilfrid Robarts (un Charles Laughton en la cúspide, cuyo brillo en pantalla es inenarrable) quien, a pesar de sus recientes problemas de salud, acepta defender a Leonard Vole (Tyrone Power), acusado del asesinato de una rica viuda con la que mantuvo previamente una relación de amistad aparentemente interesada. La clave del caso reside en el testimonio de la enigmática esposa de Vole, Christine Helm Vole (la enorme Marlene Dietrich), cuya frialdad y contradicciones añaden capas de complejidad y ambigüedad en la defensa del caso.
Lo que hace a "Testigo de Cargo" tan excepcional es la habilidad de Wilder para tejer una narrativa intrincada donde cada detalle, cada diálogo y cada giro de la trama están calculados con una precisión milimétrica. La película no solo es un thriller judicial, sino también un fascinante escrutinio de personajes. La relación entre Sir Wilfrid y su dedicada enfermera, la señorita Plimsoll (una divertida y entrañable Elsa Lanchester, esposa en la vida real de Laughton), proporciona momentos de alivio cómico que contrastan a la perfección con la creciente tensión del juicio.
Las actuaciones son fenomenales, y Laughton domina cada escena con su carisma, su intelecto y su aguda interpretación de un hombre que se deleita en la lógica de la ley. Dietrich, por su parte, es magnética en el papel de Christine, proyectando una ambigüedad que mantiene al espectador intentando adivinar sus verdaderas intenciones. Tyrone Power completa el trío protagonista con una interpretación convincente del acusado que navega entre la inocencia y la culpabilidad.
Wilder, conocido por su habilidad para el diálogo mordaz y las estructuras narrativas complejas, utiliza el escenario del tribunal para explotar al máximo la tensión dramática. La cinematografía en blanco y negro acentúa la atmósfera de misterio y sofisticación, y la obra se antoja un testimonio del poder del guión, de la dirección y las actuaciones, para crear una experiencia inmersiva y emocionante.
El final es una de las revelaciones más impactantes y memorables de la historia del cine, una vuelta de tuerca que consolida a esta película como un triunfo absoluto y una revisión obligada para cualquier amante del arte, del Séptimo Arte.