
Nochvemo
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mar. 30, 2025
Yo es que estoy un poco harto ya de tanta parodia erótica hetero normativa, que solo pretende saciar los sueños húmedos de su directora o productores, en detrimento de una historia que podría haber sido realmente morbosa, centrada de verdad en el deseo, la iniciación y el descubrimiento, pero que se queda estancada debido a esa idea reaccionaria y ultra conservadora del “pareja jovencita-cuarentón buenorro”, del “enseña solo lo justo para excitar a la audiencia” (no vaya a ser que ofendas a un público del siglo XXI infectado por la pandemia del porno moderno), y la estupidez incomprensible del “envuelve a los actores con sábanas cuando se levanten de la cama” (no vaya a ser que se les vea algo más de lo “debido”). Estamos donde estamos. Y es pura mediocridad. Y lo peor es que las ganas (y el atrevimiento incluso, teniendo en cuenta los tiempos que corren) de la andaluza Gabriela Andrada se antojan superfluos debido a un guión muy aburrido y salpicado con tintes dramáticos irrelevantes en el contexto de una novela erótica de la que apenas hay rastro. Siempre he dicho que deberíamos volver al cine erótico de los 70 y los 80, cuando los grandes cineastas del porno, como Chuck Vincent, Henri Pachard, Gary Graver o Radley Metzger salpicaban de sexo explícito (sexo real, joder) grandes guiones y producciones dramáticas, donde destacaban el talento y la creatividad cinematográficas con presupuestos absurdos, mientras hoy en día se gastan millones de euros en productos artísticamente fallidos.